sábado, 8 de abril de 2017

VALLE DEL JERTE ABRIL 2017

VIDEO REALIZADO EL DÍA 2 DE ABRIL DE 2017 HACIA LAS 5 DE LA TARDE.
EN EL VALLE DEL JERTE, CERCA DE TORNAVACAS.

CARTA DE AMOR 2



ALGO MÁS TARDE
Beatriz, mi querido amor:
Unos días después del accidente en aquella maldita curva, no tuve más respuesta a mis whatsapp, ni a llamadas perdidas. Te pedí ayuda, una brizna de amor, un poco de consuelo a mi desgracia, un microscópico gesto de amistad. Fue inútil. 
No puedo volver a pasar otra noche entera contigo y despertar desnudos de pasado y de cuerpo. Habría llegado mi verdadero fin. No porque me quitara del medio, aunque lo he pensado y no tengo miedo a realizar tal acción, sino porque, después de tantas experiencias escritas en nuestros labios, no puede haber de nuevo algo tan místico como tu tacto llameante sobre mi cuerpo, y sobrevivir a tanta felicidad. Sería como sanar el negro de mi retina habitada por cuervos.
No imaginas las veces que, cuando la oscuridad absorbe mis latidos, me quedo en un mundo, alejado de la realidad conscientemente, para poder dominar los efectos de tu deserción. Entonces las horas y los días me demuestran que el tiempo no se detiene aunque yo haya parado los relojes de la casa, tirado a la basura los calendarios, desenchufado la televisión y la radio, y que la única referencia que me apetezca tener del mundo exterior sea el bullicio de la calle de día o la compañía del silencio nocturno. Ni siquiera el teléfono móvil me preocupa si está o no cargado. Sin embargo, el MP3 que me regalaste el verano de nuestro primer aniversario, lo escucho incluso dormido. Sus quinientas canciones, unas veinticinco horas de música, me recuerdan una tras otra, un momento diferente, un abrazo, un brindis, una copa, un beso o un viaje alrededor de las nubes. Una vorágine diaria de agua, alcohol, sol, luna, arena, café, chocolate y fresa que me envuelven en una antología de besos extraviados y de palabras ardientes que se enfriaron algo más tarde. Quizá esté en el umbral de la locura o del deseo ingobernable del suicida. No encuentro la diferencia en estos momentos de sombras.  
Sin embargo, hay todavía una parte de mí que aún sigue anclada a nuestro pasado glorioso: conservo tus elementos de maquillaje que me prestabas para desahogar mis fantasías sobre mi cara y pintarte después yo a ti a mi gusto.
De vez en cuando dejabas sobre la mesilla, la contraseña para una noche de desnudos integrales: un bombón relleno de licor. El sentido del tacto, al tener en mis manos tus recuerdos y el del olfato al oler tus perfumes a “agua de Sevilla”, me devuelve algo de paz. Una paz prisionera de la exagerada obsesión por abrazarte antes de consumir de nuevo, a medias, aquel bombón, ahora en total soledad, cuando la angustia asfixia los días juntos. Pero ni si quiera puedo compartir un poco de realidad contigo aunque solo sea tu voz, ni tampoco estoy seguro de querer escuchar tus argumentos de tu inexplicable desaparición, aunque me pondría de rodillas para escucharte.  
Pero a pesar del daño sentimental, mucho más devastador que el físico, sabes que nunca dejaré de quererte. Desconozco por qué duele exageradamente más un abandono que un hueso destrozado. Pase lo que pase y que las razones que tuvieras para desaparecer, sin dejar rastro, fueran o no justificadas, te perdono.

De corazón a corazón: siempre sabrás cómo encontrarme. Si necesitas mi ayuda la tendrás, como ya te dije algo más tarde de nuestra primera noche, aunque tengo la limitación física que me dejó aquella curva una tarde lluviosa en la que la moto no me obedeció y me condenó a mi destino de por vida: una silla de ruedas y mi vista fundida en negro.

CARTA DE AMOR1



DOS-LATI-DOS  
Mi querido Sueño:
No me despiertes. Déjame estar a tu lado, sin que me molesten prisas y problemas de horarios. Quiero escuchar otra vez aquel susurro, cuando el azar estuvo de nuestra parte, y respiramos juntos una noche de noviembre. Sigues, a pesar de los años, palpitando bajo las sábanas, con latidos de luz al llegar el alba y entonces ya no soy yo porque tú lo ocupas todo por dentro y ni siquiera puedo encontrarme a mí mismo. No me despiertes, permíteme mantener el sueño de mis manos sobre tu espalda. Necesito que la energía de cada suspiro se quede en mi tacto que apenas siento mío. Percibo entre los dedos el calor de tus músculos que se contraen y se expanden al ritmo pulmonar. Sueño sé que te enteras de que estoy contigo, que te haces el dormido y que en el fondo quieres que piense que otros sueños son posibles. Sé también que no puedes quedarte mucho más aquí aunque el azar vuelva a ser generoso. Pero no te preocupes si me despierto con otro Sueño. Seguiré conectado a los ventrículos que entienden el idioma de tu corazón a través de mis manos, estas que siguen el movimiento de tu espalda e interpretan la partitura de la existencia. Noto en cada vértebra, el suave latir de la inmensidad, el misterio del idioma sin palabras, el inicio de la escritura sin alfabeto.
El despertar llegará inexorable como un torrente que precipita tu ausencia desnuda, tan fría como una foto atrapada en un trozo papel. Entonces me acariciaré los párpados con exquisito cuidado porque debajo estás tú y el lejano recuerdo de una música a punto de brotar de un poema, endulzará los pasos de un vals. El juglar Sabina, poco a poco descubrirá al piano del amanecer, dos soñadores, en una ciudad sin puerto. Uniremos sentidos y tactos en una única respiración. El sueño de bailar, solo mirándonos, se cumplirá. No quiero que me despiertes, tengo miedo de su final.
El ineludible transcurrir de los latidos en nubes de espuma llega a su fin, pero me resisto desesperadamente a que suceda. Sueño sé que es inútil seguir luchando. La realidad golpea, como una alarma desagradable, en el centro de gravedad de mis arterias blancas.
Hace mucho tiempo que amaneció. Nos tenemos que despertar. Sueño no me dejes sufrir, vuelve alguna vez, enséñame a no olvidar tus pulsaciones. Sin embargo, estas manos, conservarán siempre la memoria de tus tibias espaldas, igual que pétalos de flores guardan, el perfume de un jardín en primavera.